El aspirador:
Nadie hasta entonces había visto nada parecido. Tal vez porque nunca hasta entonces había sucedido.
Es de todos bien sabido que los aspiradores no discriminan y se tragan todo lo que encuentran a su paso. Que lo guardan en su interior, en una especie de cofre sagrado del tesoro del que nunca más, nadie más, es capaz de recuperar ni una mota de polvo. Nadie, nunca.
Hasta el día en que uno de ellos se tragó un pañuelo que parecía inocente. Uno sucio de algo, que para eso existen los pañuelos, para ensuciarse. Por ejemplo, con restos de café, si se usan para limpiarse los labios, como si fueran vulgares servilletas (lo que ofende muchísimo a los pañuelos, por cierto, parece mentira que todavía alguien lo haga). O de mocos. O de lápiz labial.
No era el caso.
Este estaba sucio, muy sucio, de una nostalgia pegajosa, fea, ácida como el verde, verde limón, del raro color de la desesperanza. Como buena nostalgia que era se le pegó a las tripas de mala manera. Y éstas empezaron a retorcerse y a producir un raro sonido metálico, propio de una kalimba desafinada (recordemos que las tripas pertenecen a un aspirador, no a un osito de peluche). Tripas y pañuelo, hechos todo uno, empezaron a temblar. Poquito. Suavecito. Lo justo para hacerle unas leves cosquillas al aparato y obligarlo a despertar de la siesta. Y un poquito más. Y más.
No sé si alguna vez has tenido un desaguisado como este por dentro, yo no. El aspirador tampoco. Se debatía entre el malestar del dolor de tripa y la risa por las cosquillas. Entre la curiosidad por saber qué diantres pasaba y el honor de su estirpe de aspiradores que nunca devuelven nada a nadie.
No pudo más. Perdió toda esperanza de salir del asunto con algo de decoro, y explotó por los aires esparciendo por todas partes el contenido del cofre secreto mezclado con sus propias partes vitales. Clips y monedas y tornillos y engranajes volaron por los aires a esconderse en lugares recónditos a donde ningún aspirador pueda llegar jamás. Que si algo tienen los aspiradores, además de no devolver nunca nada, es que se precian de no ser caníbales.
Las «palabras semilla» de este cuento, que provienen del trueque de facebook del 12 de mayo de 2020 son (por orden de llegada): nostalgia, pañuelo, aspirador, despertar, cosquillas, esperanza, limón, kalimba, cofre, mentira café. ¡Mil gracias a quienes me las habéis dado, ya veis qué buena cosecha hemos conseguido!
Autora del texto y el video: ©Ana María Caro Murillo, de Cuentos, Cuenteros y Otros Seres Fantásticos.
Madrid, 13/05/2020